Por: Jesús Solís
Imagínate que el mundial fuera en México, que en tu ciudad, en el estadio de tu equipo, pudieras ver a estrellas mundiales del tamaño de Özil, de Iniesta, de Cristiano Ronaldo, de Messi o del Chicharito Hernández [lo mejor para el final, claro]. Imagínate sentir esa emoción de una inauguración, de una final, ¡la final de la Copa del Mundo!
Suena muy bonito cuando lo manejamos allá, en el reino de lo imaginario, porque si intentáramos traerlo a la realidad surgiría inmediatamente la pregunta incómoda que nos pondría a dudar: ¿y quién pagaría los gastos en infraestructura necesarios para organizar un Mundial de futbol?
Siempre se habla de “la inversión” del país anfitrión pero nunca se especifica quién pone ese dinero. Es evidente que en cuanto a carreteras, calles, puentes, adornos callejeros y otros gastos que son directamente para los servicios públicos, el financiamiento corre a cargo del presupuesto público, ya sea de los gobiernos locales o federales de cada país; pero además, ¿de dónde sale el dinero para los estadios que serán la sede para los partidos?
Ni en la página de la FIFA, ni en ninguna otra fuente de internet se puede encontrar información al respecto. ¿Quién paga por un mundial? En Brasil se habla de un gasto de tres mil seiscientos millones de dólares, un gasto absurdo y desproporcionado si se toma en cuenta que para acceder a otorgar la sede para un Mundial, la FIFA pone como condición una serie de facilidades fiscales con la cual prácticamente evita pagar impuestos al país anfitrión y termina llevándose todas las ganancias provenientes de los partidos, derechos televisivos, etc.
Si esto ocurre en todos los países, en todos los mundiales, ¿entonces por qué ahora sí las protestas?, ¿por qué en Brasil la gente sí se siente ofendida por este negocio que se hace a costa suya? A mi parecer, son dos los factores que influyeron en esta movilización que nos tiene a la expectativa: por una parte, las condiciones económicas mundiales son cada vez peores y era cuestión de tiempo para que la crisis alcanzara al negocio del futbol; por otra parte, el mundial no desencadenó las protestas, las protestas empezaron en otro lado y llegaron, como consecuencia lógica, a los gastos que ocasionó el futbol.
En los últimos días miles de personas han salido a las calles de Brasil a protestar. Inicialmente la causa del descontento eran los precios cada vez más elevados del transporte público pero entre las protestas ya se incluyen los gastos en los que incurrió el gobierno para hacer posible el Mundial.
Hace unos días la presidenta de ese país, Dilma Rousseff, anunció medidas para reducir los precios del transporte, pero, tal parece, es inevitable que el descontento de la gente se manifieste en forma de marchas, de protestas, fenómeno que no sólo ocurre en Brasil, sino que ha sido recurrente en los últimos meses en todo el mundo.
Al parecer la gente está despertando y se da cuenta de que tiene un poder real para, si no cambiar las cosas, al menos expresarse al respecto. La cuestión ahora es ¿y en México cuándo? ¿Hace falta una crisis económica como en España o Grecia, un acto violento que indigne a la población general como en Turquía o un Mundial de Futbol como en Brasil?, o peor, ¿ni así?